El consumo, ¿motor de la economía?

Ni que decir tiene que un consumo responsable e inteligente contribuye al aumento de nuestro bienestar. Sin embargo, el consumo irracional produce el efecto contrario. En primer lugar, nos produce un deterioro de nuestra economía y de nuestra capacidad de ahorro. En segundo lugar, nos obliga a trabajar más de lo necesario para poder tener más dinero que gastarnos en cosas innecesarias. En tercer lugar, no nos aporta nada.
Sin embargo, a través de los medios de comunicación, se nos anima continuamente a consumir. Expertos, economistas y dirigentes políticos nos intentan convencer continuamente de lo bueno que es nuestro consumo como motor de la economía del país. En los manuales de economía, se explica que al aumentar el consumo, aumenta la demanda, y por tanto aumenta la producción de bienes y servicios, lo que provoca un aumento del empleo, de la renta disponible y del producto interior bruto. ¡Qué bonito!


Técnicamente, esto es así. No hay nada que discutir. De hecho, me sorprende que no se implanten jornadas laborales de 24 h. Esto sería lo óptimo para la economía del país. Tendríamos más dinero que gastar, aumentaría la demanda, la producción, la creación de empleo y todos seríamos felices y comeríamos perdices. Sin embargo, hablar de la economía de un país es algo muy etéreo. En un país hay empleados, desempleados, mendigos, funcionarios, empresarios, políticos, autónomos, gente que vive simplemente de las rentas, etc. En muchas ocasiones, los intereses de unos perjudican a otros y, en esto del consumo, los beneficiados son unos muy concretos.

El consumo solamente es motor de la economía de empresarios, accionistas e inversores de las empresas que fabrican y venden los productos que consumimos. Ni más ni menos. Alguno pensará que esto no es así, porque el consumo sirve para crear puestos de trabajo y, por tanto, beneficia a las personas que están empleadas en esa industria. Pues bien, yo creo que poner a alguien a trabajar haciendo algo que es innecesario es una pérdida de tiempo y de dinero para el conjunto de la sociedad (excepto para los que he citado anteriormente).

Aplicando la misma regla económica expuesta al inicio del artículo, si el conjunto de la sociedad consumiera solamente lo necesario, habría menos consumo, menos demanda, menos empleo (que podría traducirse en jornadas laborales más cortas) y ganaríamos menos dinero, pero sería el suficiente para consumir lo necesario para nuestro bienestar. Es decir, nuestra felicidad no cambiaría, o seguramente aumentaría, porque tendríamos más tiempo libre para dedicarnos a lo que realmente nos guste.


No hay comentarios:

Publicar un comentario